El cerebro humano no está diseñado para hacerte feliz, sino para mantenerte con vida. Desde tiempos ancestrales, su función principal ha sido detectar patrones en el entorno, anticipar amenazas y asegurarse de que te enfoques en lo que aumenta tus probabilidades de supervivencia. Pero lo que muchas personas no saben es que este mismo mecanismo es el que nos permite manifestar nuestras intenciones y colapsar las realidades que sean congruentes con estas.