Cuestionémoslo todo… con humildad, pero lo cuestionemos
En la vida personal como profesional, hay algo que parece funcionar como una bruma invisible que nubla nuestro juicio y limita nuestro potencial: los puntos ciegos. Se trata de esas áreas de la realidad que no podemos o no queremos ver, y que, si no las reconocemos y enfrentamos, pueden conducirnos al estancamiento o incluso al desastre. A veces tiene que ver con un condicionamiento biológico (ej: nuestra retina tiene un punto ciego y no es capaz de captar todo el rango de visión) pero la gran mayoría de las veces se debe a un condicionamiento psicológico y cognitivo, basado en un sistema de creencias demasiado rígido.
El caso del camión y el túnel
En una ciudad cualquiera, un camión quedó atascado bajo un puente porque su altura excedía el límite permitido. Mientras los ingenieros y conductores discutían soluciones complejas para liberar el vehículo, un niño que observaba la escena tuvo una idea simple: “¿Por qué no desinflan las ruedas?”. Su sugerencia, tan obvia como revolucionaria, resolvió el problema de inmediato.
Este episodio ilustra que a veces estamos tan atrapados en nuestras formas habituales de pensar que pasamos por alto soluciones simples. En el trabajo, en las relaciones y en la vida misma, el pensamiento dogmático puede cerrar nuestras mentes a nuevas posibilidades.
Dos historias, una del mundo empresarial (KODAK) y otra del ámbito espacial (NASA), nos ilustran cómo estos puntos ciegos pueden manifestarse y cómo el pensamiento crítico, combinado con una buena dosis de humildad, puede marcar la diferencia.
Kodak y su zona de comfort
En la década de 1990, Kodak, la icónica empresa de fotografía, era líder absoluto en su industria. Sus cámaras y películas eran prácticamente insuperables. Sin embargo, dentro de la misma compañía, un ingeniero llamado Steve Sasson inventó la primera cámara digital en 1975. Sasson mostró su creación al equipo directivo de Kodak, convencido de que el futuro de la fotografía sería digital.
La respuesta fue sorprendentemente fría. Aunque reconocieron que la tecnología era interesante, los líderes de Kodak descartaron su potencial comercial. Su razonamiento: apostar por lo digital pondría en peligro su principal fuente de ingresos, que era la venta de películas fotográficas. Ellos estaban tan enfocados en proteger su modelo de negocio tradicional que no vieron la amenaza ni la oportunidad que esta tecnología representaba.
El punto ciego: Kodak era incapaz de percibir que el mercado estaba cambiando. La digitalización ya no era una posibilidad lejana; era un cambio inevitable. Pero como estaban cómodos con su éxito, su percepción se limitó a lo que siempre les había funcionado.
Lo irónico es que Kodak poseía la patente de la tecnología que eventualmente dominaría la industria, pero su incapacidad para ver más allá de su paradigma les costó caro. A medida que el mercado se inclinó hacia las cámaras digitales, empresas como Canon, Sony y Nikon se posicionaron como líderes, mientras que Kodak se quedó atrás.
En 2012, Kodak se declaró en bancarrota, convertida en un ejemplo clásico de cómo los puntos ciegos organizacionales pueden llevar al declive incluso a las empresas más poderosas.
Gene Kranz y la tragedia del Apolo 1
Gene Kranz, uno de los directores de vuelo más célebres de la NASA, conocido por su liderazgo durante el alunizaje del Apolo 11, aprendió una dura lección a raíz de la tragedia del Apolo 1. En 1967, durante una prueba rutinaria en la plataforma de lanzamiento, una cápsula del Apolo se incendió, provocando la muerte de tres astronautas: Gus Grissom, Ed White y Roger Chaffee.
La causa del incendio fue una combinación de fallos técnicos: un entorno de oxígeno puro dentro de la cápsula, cables mal aislados y la falta de un sistema eficiente para abrir la puerta de emergencia. Pero lo que quedó claro tras la investigación fue que el verdadero problema no era solo técnico, sino cultural.
El punto ciego personal y organizacional: tanto Kranz como muchos otros en la NASA no habían reconocido que su cultura organizacional estaba alimentada por una mentalidad de "avanzar rápido", que ponía más énfasis en el progreso que en la seguridad. Creían, ingenuamente, que su experiencia y conocimientos eran suficientes para garantizar la seguridad, subestimando los riesgos reales.
Cuando Kranz reflexionó sobre lo ocurrido, reconoció que él mismo había caído en un punto ciego: no se había cuestionado lo suficiente los procedimientos ni había fomentado un entorno en el que los ingenieros se sintieran cómodos planteando problemas.
Tras la tragedia, Gene Kranz asumió la responsabilidad y cambió su perspectiva. Escribió lo que se conoce como el “Kranz Dictum”, un compromiso personal y organizacional que definió la forma en que operaría la NASA desde entonces:
“La seguridad y la calidad nunca se sacrificarán por el éxito. Los problemas serán discutidos abierta y honestamente, y jamás daremos nada por sentado.”
Este cambio en la mentalidad ayudó a forjar una cultura de humildad, aprendizaje continuo y atención al detalle, que fue fundamental en los éxitos posteriores del programa Apolo.
Los peligros de no cuestionar
Ambas historias tienen un denominador común: el riesgo de operar en piloto automático, confiando demasiado en lo que creemos saber. Este problema afecta tanto a individuos como a empresas, y las consecuencias pueden ser graves:
En lo personal: Podemos quedar atrapados en patrones de pensamiento que nos limitan, como la creencia de que no somos lo suficientemente buenos o de que las cosas nunca cambiarán. Y esto no solo tiene un impacto en nuestro bienestar, sino también en nuestro rendimiento profesional y en nuestras relaciones.
En lo profesional: Las organizaciones que no cuestionan sus procesos o estrategias suelen enfrentarse a fracasos evitables. La resistencia al cambio es un punto ciego que puede llevar a la irrelevancia. Una cosa es no romper lo que funciona, y otra es no plantearse cómo seguir innovando para mejorar lo que existe.
Cuestionar no es dudar de todo, es buscar la verdad
Cuestionar no significa vivir en la incertidumbre constante ni caer en la parálisis del análisis. Se trata de adoptar una actitud de curiosidad y apertura, de estar dispuestos a desafiar nuestras suposiciones y aprender de los errores.
En lo personal, esto podría implicar cuestionar por qué evitamos ciertas conversaciones o por qué seguimos en situaciones que no nos hacen felices. En lo profesional, significa fomentar una cultura donde las ideas sean desafiadas constructivamente y donde se valore la opinión de todos, sin importar el rango o la experiencia.
3 claves para desarrollar el pensamiento crítico con humildad
Escucha activa: A veces, las mejores ideas vienen de las voces menos esperadas. Como en el caso del niño y el camión, presta atención a quienes tienen una perspectiva diferente.
Abrazar el error: Los fracasos son oportunidades para aprender. Gene Kranz transformó la tragedia del Apolo 1 en una lección que llevó a la NASA al éxito.
Hacer más preguntas: En lugar de buscar siempre respuestas, haz más preguntas. Una buena pregunta puede abrir puertas a soluciones que ni siquiera habías considerado.
Cuestionémoslo todo... pero con humildad
La próxima vez que te enfrentes a un obstáculo, ya sea en tu vida personal o en tu trabajo, pregúntate: “¿Qué estoy pasando por alto? ¿Qué suposición estoy haciendo que podría no ser cierta?”. Y recuerda que cuestionar no es un acto de debilidad; es una demostración de valentía y un compromiso con seguir creciendo y evolucionando…
… porque en la búsqueda de respuestas más honestas y conscientes, no solo descubrimos soluciones, sino también nos descubrimos a nosotros mismos.