Liderazgo Interno vs. Liderazgo externo
Cuenta una leyenda Cherokee que un anciano sabio le explicaba a su nieto la batalla interna que todos enfrentamos. Le decía que dentro de cada persona hay dos lobos en constante lucha:
El lobo malo representa la ira, la envidia, el rencor, la arrogancia, la codicia y el egoísmo.
El lobo bueno encarna la paz, el amor, la bondad, la humildad, la generosidad y la empatía.
El nieto, intrigado, le pregunta cuál de los dos lobos ganará. A lo que el anciano responde…. "El que tú alimentes."
Me encanta esa historia, no tanto por sus tintes morales y diferenciadores entre el bien y el mal, sino porque es pura sabiduría indígena que hoy podemos constatar a través de las neurociencias. Hoy sabemos que o bien estás dirigiendo tu mente (lobo bueno), o ella te está dirigiendo a ti (lobo malo). Lo cierto es que no es que el lobo sea malo, sino que representa a unos mecanismos programados para la supervivencia, y no para prosperar o ser feliz. Hay, entonces, un lobo que es alimentado de forma automática (programa de supervivencia) y el otro requiere de nuestra voluntad para hacerlo.
En un mundo donde el liderazgo suele asociarse con la capacidad de gestionar equipos y alcanzar resultados, se suele pasar por alto un aspecto crucial: el liderazgo interno. Antes de poder influir en otros de manera efectiva, es esencial que una persona aprenda a liderarse a sí misma. Esto implica gestionar sus pensamientos, emociones, fortalezas y debilidades, identificando tanto a sus aliados internos (lobos buenos) como a sus saboteadores (lobos malos). Solo cuando logramos este autoliderazgo podemos aspirar a liderar a los demás de forma auténtica y sostenible.
El liderazgo externo se enfoca en habilidades técnicas y competencias como la gestión de equipos, la comunicación y la toma de decisiones. Estas habilidades son -sin duda- importantes, pero no son el punto de partida. El verdadero liderazgo comienza desde dentro. En lugar de aprender estrategias para influir en los demás, una persona primero debe ser capaz de influir en sí misma.
El liderazgo interno implica:
Autoconciencia: Reconocer nuestras emociones, pensamientos y comportamientos.
Gestión emocional: Controlar reacciones emocionales que pueden entorpecer nuestras relaciones o decisiones.
Claridad de propósito: Estar alineados con nuestras metas y valores personales.
Transformar Saboteadores en Aliados = Inteligencia Positiva
El concepto de inteligencia positiva, popularizado por Shirzad Chamine, se refiere a la capacidad de nuestra mente para maximizar pensamientos y comportamientos positivos, al mismo tiempo que minimiza los impactos negativos de los saboteadores internos. Se mide por el Coeficiente de Inteligencia Positiva (PQ), el cual representa el equilibrio entre las influencias de nuestros aliados (o "sabios", según el modelo de Chamine) y nuestros saboteadores. Un mayor nivel de inteligencia positiva implica una mayor habilidad para gestionar estos saboteadores y fortalecer a los aliados, lo cual tiene un impacto directo en nuestro bienestar, en nuestras relaciones, y en nuestro rendimiento.
En el contexto del liderazgo interno, el desarrollo de la inteligencia positiva es fundamental porque nos permite identificar, neutralizar y transformar los saboteadores que obstaculizan nuestro potencial, mientras fortalecemos los aliados que nos empoderan en nuestras acciones diarias.
El liderazgo interno no es solo una cuestión de autocontrol; es también la capacidad de manejar nuestra propia energía mental de manera productiva. Al desarrollar un alto PQ, aumentamos nuestra capacidad para actuar de manera coherente con nuestros valores y objetivos, minimizando el desgaste emocional que los saboteadores generan. La inteligencia positiva mejora la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás, lo que conduce a un liderazgo más auténtico, equilibrado y empático.
Un 1er paso: conoce a tus saboteadores
La inteligencia positiva parte del reconocimiento de los saboteadores que todos tenemos. Estos saboteadores son las voces internas negativas que limitan nuestra capacidad de ser efectivos, tanto en el liderazgo personal como en el profesional. Los saboteadores más comunes incluyen al crítico interior (o juez), el perfeccionista, el procrastinador, el híper-triunfador y el controlador.
El primer paso en el desarrollo del liderazgo interno es identificar estos saboteadores, y la inteligencia positiva proporciona herramientas claras para hacerlo. Con un alto nivel de PQ, seremos más capaces de reconocer rápidamente cuándo estos saboteadores comienzan a influir en nuestras decisiones y comportamientos, lo que nos permitirá controlarlos de manera más efectiva.
El impacto de la Inteligencia Positiva en liderazgo externo
El desarrollo de la inteligencia positiva no solo fortalece el liderazgo interno, sino que también mejora significativamente el liderazgo externo. Al aprender a manejar nuestras emociones, pensamientos y comportamientos, podemos:
Ser más resilientes frente a los desafíos, lo que nos permite tomar mejores decisiones bajo presión.
Actuar desde la empatía y la calma, en lugar de reaccionar impulsivamente.
Mantener una mentalidad de crecimiento, lo que nos hace más receptivos a las oportunidades y al aprendizaje continuo.
Inspirar confianza en quienes nos rodean, ya que lideramos con claridad y coherencia.
Conclusión
El liderazgo interno (o la gestión de lobos y su alimento), vinculado directamente con el desarrollo de la inteligencia positiva, es el cimiento sobre el cual se construye un liderazgo externo efectivo. Mientras que las técnicas y competencias para liderar equipos son esenciales, carecen de verdadera efectividad si no hemos aprendido a liderarnos a nosotros mismos primero. Al identificar nuestros saboteadores y fortalecer nuestros aliados internos, mediante el desarrollo de un alto Coeficiente de Inteligencia Positiva (PQ), nos convertimos en líderes más equilibrados, auténticos y capaces de inspirar a los demás desde un lugar de claridad y propósito.